12 junio, 2007

La página en blanco de la biografía de Martí: La Masonería

Por: Eduardo Vázquez Pérez

11 de Junio, 2007



Esa noche Samuel no pudo dormir. Cuando conocí la noticia pensé en las páginas que ya nadie volvería a leer, y en las toneladas de papel que podrían regresar a su estado virginal: había encontrado pruebas documentales de la filiación masónica de José Martí. Como en las más espectaculares novelas policíacas, esos papeles no aparecieron en España —donde fue iniciado en la masonería—, ni en México —donde sostuvo una polémica pública sobre un tema masónico—, ni en Estados Unidos —donde residió largos años—, sino en la ciudad de Cienfuegos, donde nunca estuvo.

Samuel Sánchez Gálvez es profesor de Historia en la Universidad de Cienfuegos y trabaja sobre su tesis de doctorado en Ciencias Históricas con el tema de “El pensamiento masónico en Cienfuegos entre los años 1878 y 1902” . Por ese motivo, hace más de cinco años vive sumergido entre libros de actas, papeles y legajos que se conservan en la logia Fernandina de Jagua, fundada en esta ciudad en 1878, cuyo archivo constituye un valioso receptáculo de la historia, no sólo de la masonería, sino también de la localidad.

A estas alturas usted se estará preguntando qué hacían unos documentos masónicos de José Martí en Cienfuegos. Nuestro propósito en este punto se limita a ofrecer la información mínima, según se la hemos escuchado a Sánchez Gálvez en comparecencias públicas. Después les propongo reflexionar sobre otros aspectos de la relación de Martí con la masonería, que forman parte de nuestros intereses investigativos.

Entre las decenas de humedecidos legajos, centenarios, cubiertos de polvo y desbordantes de bacterias nocivas a la salud, hacía más de un siglo reposaba el expediente masónico de Amelio de Luis y Vela de los Reyes. El nombre llamó la atención del investigador, pues coincidía con aquel que Fermín Valdés Domínguez citó en un célebre artículo, “Ofrenda de hermano”, de 1908, donde decía que él y Martí, “en Madrid y en días de tregua en el estudio”, visitaban la logia Armonía, que sostenía un colegio para niños pobres; en el cual, su director y maestro era el español, deportado por infidencia, Don Amelio de Luis y Vela de los Reyes. En una labor entre la arqueología y la taxidermia, Samuel Sánchez descosió el legajo, y fue entonces que en el diploma de maestro masón de Vela de los Reyes descubrió la conocida firma de José Martí. Pero para sorpresa de los analistas del tema, no remitía a la logia Armonía, a la cual se consideraba que había pertenecido Martí, sino a Caballeros Cruzados No. 62 perteneciente al Gran Oriente Lusitano Unido (GOLU)

¿Por qué se encontraba allí ese documento?

Cuando por alguna razón un masón solicita la baja de una logia, esta tiene la obligación de entregarle un certificado donde consta su carácter de miembro de la institución, fecha de ingreso y grado que ha alcanzado. Ese documento lo avala para solicitar su ingreso en otra logia de cualquier parte del mundo. Cuando por alguna razón el masón no cuenta con ese certificado, presenta su diploma del más alto grado que posee. Después de concluida la Guerra de los Diez Años (1868–78), Vela de los Reyes regresó a Cuba y se estableció en Cienfuegos, donde murió. Para continuar su vida masónica solicitó la afiliación en Fernandina de Jagua, y para eso presentó su diploma de maestro masón. El documento tiene fecha del 4 de julio de 1871 y en él aparece la firma de José Martí como secretario, cargo de alta responsabilidad en una logia.

¿Una logia portuguesa en España?

Como sugiere su nombre, el Gran Oriente Lusitano Unido (GOLU) era un cuerpo masónico con sede en Portugal, pero que llegó a fundar más de ochenta talleres en España. Según nuestras indagaciones, varios de los amigos cubanos de Martí de esos años formaron parte de los talleres que el GOLU tenía en Madrid a los inicios de los 70, particularmente Armonía No. 52, Libertad No. 40 y Caballeros Cruzados No. 62. La organización y reconocimiento internacional del cuerpo portugués, los aires democráticos, y no ser un cuerpo español, deben haber influido en la decisión de aquellos cubanos, deportados o emigrantes políticos. En mayo de 1871 otra logia del GOLU — La Discusión — convocó al resto de sus hermanas a que discutieran en su seno la “cuestión de abolir inmediata y simultáneamente la esclavitud en las islas de Cuba y Puerto Rico”.

En 1871 los funcionarios portugueses del GOLU tomaron acuerdos discriminatorios para los españoles. Esto, unido a la convulsión política que vivía el país en medio del movimiento liberal, provocó que en los siguientes dos años dieciséis logias del GOLU abandonaron este Oriente y se unieron en su mayoría al Gran Oriente de España (GODE), alineado políticamente con el liberal radical Manuel de Ruiz Zorrilla, a quien apresuradamente iniciaron y convirtieron en Gran Maestro. Ruiz Zorrilla había proclamado su intención de buscar una solución al problema de Cuba, abolir la esclavitud y suprimir el servicio militar de carácter discriminatorio para los pobres —las quintas—, entre otras medidas de carácter progresista. Ello podría explicar por qué ese grupo de jóvenes cubanos se movió entre logias del GOLU y el GODE. Todos los liberales no eran masones, pero era difícil que un masón no simpatizara con el liberalismo.

Siempre se consideró que José Martí había sido miembro de la logia Armonía, que tuvo el número 52 en el GOLU, y que luego reaparece con el 36 como parte del GODE. Fermín Valdés Domínguez lo afirmó en el mencionado artículo de 1908, donde dice que “Martí era el orador” y resalta que en aquella logia: “nos dábamos cita todos los cubanos jóvenes que estábamos en Madrid”. El descubrimiento de Sánchez Gálvez sitúa a Martí en el primer semestre de 1871 en Caballeros Cruzados N. 62, y también encontró otros papeles con la firma de Martí y fecha de mayo, cuando aún faltaba más de un año para el arribo de Fermín a la Península. Aún no puede negarse que en algún momento Martí haya integrado el cuadro de Armonía. Fermín sí perteneció a esa logia, según consta en su diploma del grado 18 expedido en septiembre de 1872. A ella también pertenecieron algunos de sus amigos comunes.

El hallazgo de esa comunicación con fecha de mayo de 1871 representa otro aporte a la biografía martiana, al revelar que la utilización del seudónimo de Anáhuac por parte de Martí no surgió cuando conspiraba en Cuba en 1879 —como se sostenía hasta el momento— sino que fue el nombre simbólico que seleccionó cuando fue iniciado en la masonería. Debido a las persecuciones y prejuicios, fue costumbre de la masonería en algunos países que al ser iniciado el nuevo hermano determinara el nombre con el cual quería que ser identificado. Para los historiadores este hábito ofrece interesante material para el estudio de las mentalidades. Por ejemplo, otro de sus amigos, Pedro Márquez Rivas, tomó el de Hatuey 2 y Fermín el de Abdallah, nombre del protagonista del drama del mismo nombre que Martí escribió a los 16 años. Este hallazgo reafirma la temprana vocación americanista del joven José Julián, que se autobautiza con un nombre de la cultura prehispánica antes de haber pisado tierra continental.

La página en blanco

Entre los tantos temas a los que incita Martí, el papel que pudo desempeñar la masonería en sus años de formación no ha sido privilegiado por los historiadores. Ha quedado testificado que, apenas llega al Madrid de 1871, fue iniciado en la masonería y elegido como secretario, cargo de alta responsabilidad. En México (1875-76) se conoce de sus relaciones masónicas y sostiene una polémica pública, donde demuestra un sentido enaltecedor por la orden. Esto comprende como mínimo un período de cinco años, desde que tenía 18 hasta los 23. Pero en la madurez, mientras organizaba su proyecto liberador, continuó considerando a la masonería como un taller donde se cultivan virtudes necesarias para el goce de la libertad. ¿Cómo es posible entonces que no se haya explorado con responsabilidad académica este componente de su experiencia?

El joven Martí vivió rodeado de masones en España y en México. El diario El Jurado Federal, al cual se vincula Martí desde el segundo semestre de 1871, era un recinto de liberales y masones. Todavía en 1894 recordaba de su director: “la pobreza grande de Francisco Díaz Quintero, que por no dejar morir El Jurado Federal, donde defendía el derecho de Cuba a la libertad y la clemencia, empeñaba las cucharas, las sábanas, el pequeño tesoro de su noble Pepa y del único hijo”. Partidario en política de Manuel Ruiz Zorrilla, no fue Díaz Quintero “un masón de butaca”, sino hombre que llegó a presidir en 1874 la Cámara de Justicia del Gran Oriente de España.

Algo semejante ocurre con su primera estancia mexicana (1875-76). La Revista Universal, a la cual se vincula Martí, era también una plaza de masones que apoyaban al presidente liberal Lerdo de Tejada. Es oportuno señalar que los mencionados artículos de Martí, en cierta medida, eran continuación de la posición de defensa de publicación respecto a la orden masónica. El 10 de marzo de 1875, en un pequeño suelto, la revista argumentó que el fin de la institución era “trabajar en bien de la humanidad y para el progreso de los pueblos”.

Entre sus afinidades en México contó al cubano Nicolás Domínguez Cowan, prestigiosa figura de la masonería en la Isla y fundador del primer periódico masónico cubano. Este había tenido que emigrar, luego de encabezar un sonado hecho ético y patriótico que llevó a la cárcel a más de sesenta masones. Durante dos años presidió la logia de la que fue miembro el hombre que más influyó en la formación moral, patriótica y literaria del adolescente José Julián Martí y Pérez. Por eso decimos que las tempranas motivaciones de Martí por la institución de la escuadra y el compás no hay que buscarlas en Madrid, sino en La Habana.

El colegio San Pablo fundado y dirigido por Rafael María de Mendive, a quien se le considera el padre espiritual de Martí, contó dentro de su claustro de profesores, amigos y asistentes a sus tertulias, con numerosos masones y liberales. El mismo Mendive era miembro de la emblemática logia San Andrés No. 9. En otro momento podremos extendernos sobre las repercusiones íntimas que debió provocar este círculo de influencias. Sirva de adelanto conocer que seis de sus miembros han dado nombre a logias y capítulos masónicos en Cuba.

Juicio de Martí sobre la masonería

No son mucho los textos en los que, de manera directa, José Martí se refirió a la masonería; sin embargo, en todos sostiene el mismo criterio. En 1876, en México, cuando sólo tenía 23 años, y cinco de haber sido iniciado, definió así los fines de la masonería: “Obrar irreprochablemente, perfeccionar el ejercicio de la libertad, preparar a los ciudadanos a la vida pública, ayudar al logro de toda noble idea, estos son, sin nada incógnito, sin nada oculto, los misterios de la orden masónica” (1) . En 1892, cuando tenía 39 años y ya estaba inmerso en la preparación de la guerra necesaria y la fundación del Partido Revolucionario Cubano, escribió en Patria: “En silencio y donde los pedantes no los ven practican los cubanos, en roce y creación, todas las virtudes necesarias para el goce de la libertad (…) en codeo mutuo y constante, limándose la vanidad o ayudándose de ella para la virtud, han de vivir los hijos de un pueblo que quiere ser dichoso. En las Sociedades de Socorro, en las de los Caballeros de la Luz , en las Sociedades masónicas cultivan cubanos y portorriqueños las virtudes republicanas.” (2)

Para explorar por donde iban sus reflexiones en esos días es interesante releer la nota que publica en ese mismo número de Patria —3 de abril de 1892— en la que subraya la idea anterior de cuánto él considera que puede contribuir la masonería en la educación para vivir en libertad. Se refiere al entierro del tabaquero Ramón Valle y resalta que fue en enterrado “con los ritos de la hermandad masónica en que vivió él como la patria misma, por ser la patria imposible sin el trato libre, de los que han de vivir en ella como hermanos…” (3) [El subrayado es nuestro]

Su desafió mayor era crear “sobre los restos de una mala colonia una buena república”, transformar a los súbditos de una colonia en ciudadanos de una república moderna. Martí vio en la masonería y en otras sociedades semejantes, instrumentos de educación republicana, práctica necesaria para el futuro de la Isla. “Ser ciudadano es cosa difícil —escribió—, y es preciso ensayarse en ella desde la niñez. Ni la teoría de los héroes vale en el Mundo lo que la de la asociación.” (4)

Masonería y República

Todo el que conoce de algún modo la masonería descubre que el funcionamiento interno de una Gran Logia es semejante al de una república, incluyendo la división de los tres poderes clásicos y la utilización del sufragio universal para sus decisiones. Se plantea como un proyecto de convivencia y entendimiento que se sobreponga a cualquier credo o filosofía. La tolerancia como sostén de su democracia, y esa tolerancia en materia religiosa, conducen a que dentro de la institución se funcione como un estado laico. Los métodos democráticos educan para vivir en un estado de derecho. La conducta ética que debe exigirse a sus miembros completaba lo que Martí calificó de “nueva religión de amor activo entre los hombres”, y que me sorprende que no sea citada como referencia a la masonería, a pesar que Martí la describió como “el sábado en la logia, el domingo en su presidencia o en su tesorería, la noche entre el periódico y el libro”.(5) [El subrayado es nuestro]

Hijos del muérdago inmortal

En horas de angustia, en julio de 1894, mientras avanzaba hacia la convocatoria de la guerra que pretendía sin odio, Martí le escribió a su amigo y hermano Fermín Valdés Domínguez: “Hay que hacer, en Cuba, sobre todo, una especie de sociedad secreta de hombres libres” (6) . ¿Pensaba el Apóstol en las logias del Gran Oriente de Cuba y Las Antillas, que fueron calificadas de revolucionarias y a las que pertenecieron la mayoría de los líderes de la revolución de 1868? Esta idea parece reafirmarse tres meses después cuando recuerda en Patria —2 de octubre de 1894— la reciente muerte de un patriota de la primera revolución con estas palabras: “Creyó en aquella primera masonería de Cuba, en hijos de muérdago inmortal, jurados a extinguir la servidumbre ajena o propia de la faz de al tierra y de las entrañas de la tierra que importa poco que las cosas se quiten de la faz si siguen en las entrañas.” (7) [El subrayado es nuestro]

No estudiar esa experiencia de su período de formación, ni indagar en el saldo que pudo dejar en la construcción de su ideario, más que dejar la página en blanco es arrancarla. El estudio de los puntos de contacto entre el pensamiento martiano y los presupuestos masónicos es mucho más rico de lo que pudiera pensarse, y recuerdo ahora las palabras que Shakespeare puso en boca de Hamlet: “¡Hay algo más en el cielo y la tierra, Horacio, de lo que ha soñado tu filosofía!”.

Notas

1- José Martí: Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana , 1963-1973, t. 28, p. 49. En lo sucesivo se citará como OC.
2- OC t. 5, p. 347.
3- OC t. 4, p. 382.
4- OC t. 12, p. 305.
5- OC t. 2, p. 279.
6- OC t. 3, p. 224.
7- OC t. 5, p. 362.



Fuente: Caimán Barbudo
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actualidad&cont=showitem.php&tabla=
entrevista&id=5020&seccion=Opini%C3%B3n&tipo=