02 diciembre, 2007

Masones, el contubernio resucita

POR VIRGINIA RÓDENAS

Zapatero, masón, como su abuelo, el capitán Rodríguez. Como Pérez Rubalcaba, como Ruiz-Gallardón, como el ex ministro Maravall, como lo fue Fernando Morán y hasta el propio Felipe González, que si no se puso el mandil, ahí le anduvo con sus visitas a David Rockefeller; y el Rey, ¡nuestro Rey!, al que no se podía dejar fuera de este nuevo aquelarre, que ocupa el Trono de España porque las logias le dieron el visto bueno, que si no de qué; como se lo dieron a la presidencia de Adolfo Suárez, que si no tampoco. ¡Y hasta el sursuncorda! Porque según «revela» el abogado Ricardo de las Heras en su único libro —y el último publicado sobre los higadillos desvelados de la sociedad secreta— «La conspiración masónica en España. De las primeras logias al Gobierno de Rodríguez Zapatero» (Styria), «la masonería estuvo muy vinculada al 11-M porque los masones franceses estaban absolutamente enterados de que se iba a producir un gran atentado e informaron a los socialistas a través de Rubalcaba: por eso ellos juegan desde el primer momento con la pista islámica y el PP no se entera. Esto lo sé por informaciones que he ido recibiendo, contrastadas (...) Ser masón es malo —responde—. Siempre se ha criticado el papel del Opus Dei en la sociedad española y peor es una asignatura como Educación para la Ciudadanía que tiene un componente absolutamente masón. Por ejemplo, del Ayuntamiento de Madrid, a través de Gallardón, han desaparecido los elementos cristianos y ya no se pone en las luces “Feliz Navidad” sino “solidaridad, igualdad y justicia”, que son palabras claves de la lexicografía masónica. La gente no se da cuenta, pero Zapatero lleva tratando de imponer en España desde 2004 la cruzada masónica laicista». Entre la bibliografía manejada por el novel escritor de 61 años, según declara a D7, «hay historiadores del XVIII y XIX, hasta actuales como Indalecio Prieto o Pío Moa, Ricardo de la Cierva o Luis Araquistáin, Rosendo Arús o César Vidal. Ya ve —me dice—que hay de todas las ideologías, para que no me acusen de sectario». Y absortos vemos como impunemente se dan nuevas puntadas a la escritura de la «historia».
A Pedro Álvarez Lázaro, profesor de Historia de la Educación en la Universidad Pontificia de Comillas e investigador durante más de 30 años del Instituto sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, hilar la realidad de los masones le ha llevado, sin embargo, más de seis lustros de estudio puramente científico, será por eso que está considerado una prestigiosa autoridad internacional en la materia y por lo que ha sido acusado con canalla ligereza por parte del citado De la Cierva, y otros correligionarios, de ser él mismo masón, más aún, creador de una «logia negra», por aquello de ser jesuita, mientras eran jaleadas tales ignominias desde la emisora de los obispos, donde no tuvieron otra que realizar la oportuna rectificación. ¿De qué sirvió? Como reconoce el propio Álvarez Lázaro, autor de «La masonería, Escuela de formación del ciudadano» y otros 5 volúmenes sobre la sociedad secreta: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad».
Y así pasó con el también insigne historiador Ferrer Benimelli, otro jesuita acusado de «infiltrado en la secta». Pero al profesor Álvarez no se le acochina como a otros. Por eso, cuando hoy, después de que la maquinaria del nuevo complot esté en marcha, le preguntamos la razón de esta penúltima embestida nos explica que «los ataques procedentes de determinado sector muy claro y muy definido de los medios de comunicación y de algunos escritores y publicistas hay que separarlos del problema de la masonería con la Iglesia. Estos ataques proceden de mentes, así por separado aunque también podríamos decirlo junto, dementes, que persiguen unos intereses integristas de recuperar el discurso complotista para mantener que sus teorías son las que defienden la verdad y dicen la verdad en contra de lo que puedan demostrar jueces, tribunales, sociedades de derecho... Ciertos locutores de la Cope, de Intereconomía o autores como De la Cierva están recuperando un discurso que no es que sea obsoleto, que no sería peligroso, sino que va contra la sociedad de derecho recurriendo al viejo mito masónico y amparándose en el secreto de la masonería para no necesitar demostrar que ciertas manipulaciones o atentados son, como acusan, debidos a esa organización. Cuando quieren descalificar a un líder político, en este caso Zapatero y ocho ministros más, no necesitan presentar ningún tipo de de prueba sino simplemente acusar. “Son masones, por lo tanto , imagínense de lo que son capaces”, es su mensaje. Con eso crean una mentalidad complotista y con ella son capaces de cualquier cosa, como ya hemos visto, sin utilizar argumentos reales que a mi juicio hay muchos para criticar a Zapatero, aunque no tan entretenidos para la gente. Ni más ni menos que han vuelto al uso del más rancio discurso contubernista usado con eficacia por los dictadores del siglo XX».
Por ejemplo, Franco. El psiquiatra Enrique González Duro, del Hospital Universitario Gregorio Marañón, en su libro «Franco, una biografía psicológica», pone el dedo en la llaga al relatar cómo fueron depuradas en España 90.000 personas por masones, cuando no había reconocidas como tales ni 70.000, persiguiéndose a muchas simplemente por sospechosas «porque la fobia —sostiene el doctor— no conoce límites». ¿Cuál fue la razón de ese odio que les tejió tan mala fama y, con ella, la importancia que por sí solos no hubieran tenido? Según el especialista se dieron varios factores todos ellos de índole personal. Sus dos hermanos varones, Nicolás y Ramón, eran masones, más brillantes que él y por ello aborrecidos, hasta el punto de que el segundo, también militar, sufrió un expediente de depuración tras la guerra como si recibiera un exorcismo. Pero sobre todo hizo mella en él el trauma que le supuso la separación de sus padres y el traslado de su progenitor a Madrid donde convivió con otra mujer durante 40 años. Él siempre achacó a la condición masona del padre, cosa que no se ha podido demostrar, su comportamiento desleal con la esposa, y se erigió en su contrafigura, como un bálsamo para su venerada madre, que había sido su único apoyo cuando todos le trataban de «último mono de la familia». «Y ahí se gesta —ha explicado el psiquiatra— esta patología mental de Franco con contribuciones del tipo “la masonería es la secta satánica que había destruido España”, una locura».
Masonería e Iglesia
El otro punto peliagudo de la masonería es su relación con la Iglesia. Álvarez Lázaro recuerda a D7 que el cardenal Ratzinger, en 1983, siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y un día antes de promulgarse el nuevo Código de Derecho Canónico, dijo que el católico que es masón está en pecado grave. «¿Por qué dijo esto? Porque en el nuevo Código desaparece toda mención a la masonería, cosa que sí existía en el canon 2335 del Código anterior, donde se establecía la excomunión para los masones católicos, por lo que se produce una suavización enorme de la pena. Eso hay que valorarlo como consecuencia de una evolución del pensamiento y de los planteamientos de la Iglesia jerárquica. Pero el error fundamental de perspectiva que tiene la Iglesia en este tipo de condenas es que habla de masonería en singular cuando hay distintas masonerías. Esa condena puede servir para masones que siguen la línea del Gran Oriente de Francia, enormemente anticlerical, que en declaraciones oficiales de la Obediencia hacen una crítica muy fuerte a la misma teología eclesiástica. Sin embargo, las obediencias más tradicionales o las logias que no atentan contra la iglesia no pueden ser penalizadas. La Gran Logia de España y la Gran Logia Simbólica Española no responden a ese anticlericalismo. La primera representa la línea más ortodoxa y más tradicional de la masonería inglesa que tiene prohibido terminantemente hablar de política y religión y en las logias se sigue esa disciplina. No atentan en absoluto contra la Iglesia, ni son naturalistas, ni relativistas como apuntan algunos autores actuales que dicen lo que saben pero que no saben lo que dicen, y ese es el problema: la masonería española en su conjunto, aunque puede que haya alguna logia más combativa con la Iglesia, que no obediencia, es enormemente respetuosa con ella y lo que quiere es dialogar y aclarar los puntos con los que no se ven identificados, y hablar de las penas, porque las sufren pero no entienden su razón».
Sin embargo, a los grandes dictadores no les hizo falta comprender nada. Y si en España Franco sembró la irracional semilla del odio del contubernio —que produjo sólo entre muertos y desaparecidos 11.000 víctimas— su dedicación resulta incomparable ante el empeño de la depuración de Stalin que borró del mapa a 160.000 masones. Claro que Hitler tampoco se quedó atrás exterminando a 27.000. Años atrás, repasando estas cifras con el ingeniero Tomás Sarobe, ex Gran Maestro de la Gran Logia de España, me dijo «ninguno de estos tiranos resistió la presencia de un grupo de hombres libres que preconizaba por encima de todo la libertad».
Porque ¿qué es ser masón? Según los principios fundadores de la Asociación Masónica Internacional (AMI), promulgados hace 85 años, y que hoy resultan tan vitales como entonces, «la francmasonería, institución tradicional, filantrópica, filosófica y progresiva, basada en la aceptación del principio según el cual todos los hombres son hermanos, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio y la práctica de la moral y de la solidaridad. Trabaja en la mejora material y moral, así como en el perfeccionamiento intelectual y social de la humanidad. Tiene por principios la tolerancia mutua, el respeto a los otros y a uno mismo, la libertad de conciencia. Tiene por deber extender a todos los miembros de la humanidad los lazos fraternales que unen a los francmasones sobre toda la superficie de la tierra», a través de un lenguaje simbólico y una enseñanza esotérica.
Según declara a D7 el Gran Maestro de la Gran Logia de España (2.400 hermanos), José Carretero Doménech —un aparejador en una filosofía pergeñada por antiguos constructores de catedrales—, alguien se hace masón «por el deseo de ser mejor y participar en la creación de un mundo mejor». Prohibido el proselitismo, «se llega hasta nosotros a través del círculo de relación, y para entrar sólo es necesario ser libre y de buenas costumbres. Nuestro objetivo —añade— es una mejora de la sociedad mediante nuestro desarrollo y mejora personal, sin la creación de lobys ni opciones de poder». Y como en su obediencia no se admite a las mujeres, reconoce, «como todos los Grandes Maestros, que es uno de los retos para el siglo XXI».
Diferente es el caso de la Gran Logia Simbólica Española (600 hermanos), cuyo Gran Maestro, el periodista gráfico Jordi Farrerons, insiste a este suplemento en que «nuestra masonería, adogmática, liberal y laica, no discrima a nadie por razones de sexo ni de creencias porque de lo contrario no se entendería la proyección universal a la que aspira. Tampoco va contra la Iglesia ni contra nadie, y de hecho tenemos católicos que pertenecen a nuestra organización. Somos una opción filosófica como otra, con un método de crecimiento personal para sentirse mejor, para ser crítico y aprender a valorar las cosas, para ser tolerante y luchar desde tu propia actitud por la igualdad, la libertad y la fraternidad. Somos personas normales a las que estigmatizan sin sentido ni derecho usando la ignorancia y la manipulación. Por eso es necesario que nos restituyan el honor. Al menos con la Ley de Memoria Histórica se nos menciona y se deroga la ley de 1 de marzo de 1940 sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo, pero eso no es suficiente: habría que reconocer públicamente a los masones su aportación al progreso del pensamiento social, a la libertad de los individuos y de los pueblos. Porque somos la única tradición intelectual y moral española perseguida por el franquismo que no ha tenido ninguna reparación».
Estudios rigurosos subrayan, y la realidad les da la razón, que si los intereses de la masonería hubieran sido espurios, habría desaparecido y no contaría en estos momentos con 10 millones de almas en el mundo y más de 3.000 en España. Ni habrían pertenecido a ella masones convencidos como Winston Churchill, Baden Powell, O. Wilde, R. Kipling, Ramón y Cajal, Arturo Soria, 14 presidentes de EE.UU. y al menos 12 premios Nobel, 7 de ellos de la Paz. Pero como sentenció otro «pérfido» masón, «en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa» (A. Machado).



Fuente:

http://www.abc.es/20071202/domingos-domingos/masones-contubernio-resucita_200712021007.html