31 octubre, 2009

“El símbolo perdido”: nueva milonga editorial

Durante estos últimos años estamos presenciando éxitos editoriales sin precedentes de culebrones literarios, como las historietas mágicas de Harry Potter (más de 400 millones de ejemplares, de 1997 a 2008) o los embrollos del Código Da Vinci (creo que en torno a 70 millones de ejemplares, de 2003 a 2008), siendo esta novela sólo una parte de la trilogía que comenzó Dan Brown con su poco impactante “Ángeles y demonios” y culmina ahora con el lanzamiento de “El símbolo perdido”. Los editores de ambos autores han venido desplegando un enorme arsenal de costosos e inteligentes recursos de marketing sabiamente administrado.

Pero la Sra. Rowling y el Sr. Brown son sólo exponentes máximos de un movimiento ascendente durante los últimos años: el de la muy vieja narrativa del misterio. La razón de fondo del éxito de esta subespecie literaria hay que buscarla en la renovación generacional del interés humano por lo desconocido, por aquello que las tradiciones culturales de todos los pueblos han ido clasificando como “mistérico”. La muerte es el gran misterio subyacente en esa narrativa, por muy rodeada de peripecias que se nos presente.

La conciencia de nuestra mortalidad ha sido, obviamente, el trampolín utilizado por todas las religiones del mundo. El sacrificio de la vida de algunos en beneficio de la de otros es uno de los mitos recurrentes en todas las civilizaciones. El cristianismo paulino propone que la muerte de un dios encarnado y crucificado tiene el poder mágico de salvar de la muerte eterna a sus creyentes, determinando con ello toda la ética que ha regido nuestra historia durante siglos, con sus buenos y malos, sus premios y castigos, etc. Cruz y Crucificado han venido siendo el Símbolo, por excelencia, de una forma de acceso a la inmortalidad basada en la obediencia (“de buena fe”), no a las leyes de la naturaleza y del universo, sino a una determinada interpretación de ellas que no admitía crítica.

Pero el desarrollo de la cultura moderna, la que comenzó a cristalizar en Europa a partir de la Ilustración, ha ido arrinconando muchos viejos símbolos o tratando de hallar en ellos otros valores posibles. La cultura humana ha sido siempre y seguirá siendo simbolista. Ninguna ciencia o conocimiento podría resumirse y trasmitirse sin utilizar símbolos, ya sean gráficos, verbales o gestuales, etc.

En Occidente, la cultura cristiana y su simbología han inducido a la identificación del mundo de los símbolos con cuanto tiene que ver con la religión o las religiones y sus misterios. Con ello se ha querido que la religión ocupe un puesto exclusivo, definitorio de la espiritualidad humana, logrando que perdure en muchos la confusión de lo mistérico-religioso con lo realmente espiritual, que se manifiesta en una pluralidad de formas que han pasado a denominarse ideologías o ideales, cuando no simplemente vocaciones (en pro de la justicia, la paz, la solidaridad, el arte, etc.).

El bueno de Dan Brown pretende, en su última obrita multimillonaria, que el “Símbolo perdido” habría sido la llamada “Clave de Salomón”, custodiada por un imaginado Priorato de Sión y que supuestamente cayó en poder de “los masones” norteamericanos. La Clave sería una fórmula mágica, contenedora de una explicación de la esencia del universo. Desde los tiempos de Flavio Josefo hasta el siglo XV pulularon manuscritos sobre magia, en distintos idiomas, atribuidos al legendario rey Salomón y Brown no comunica nada especialmente original, ya que el tema había sido tratado anteriormente en la novela pseudo-histórica “El enigma sagrado”, cuyos coautores demandaron a Brown por plagio al comenzar éste a publicar su trilogía. Por otra parte, el inventor del imaginario Priorato de Sión, Pierre Plantard (en 1956), que se decía descendiente de los reyes merovingios franceses, fue acusado por falsificación y donación a la Biblioteca Nacional de Francia de supuestos documentos históricos. Todo un culebrón de rentabilidades diversas...

Lo que a mí me parece digno de subrayar es la irresponsabilidad cultural que refleja la mezcla sensacionalista de temas y la confusión que eso crea en el gran público de una sociedad globalizada, dominada por lo sensacional en prensa, radio, televisión y ahora a través de una forma nueva de literatura que acrecienta su influencia al montarse al carro capitalista del sistema. Es indispensable poder distinguir entre ficción y realidad para dar sentido y valor a la cultura.

Centrándonos en España, no nos sorprende leer la sarta de sandeces que están apareciendo en torno a la Masonería so pretexto de comentar la novelita de Dan Brown. Como era de esperar, se llevan la palma los periódicos de la derecha de toda la vida, que aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para atribuir carácter masónico incluso a los restos del templo de Debod del madrileño Paseo de Rosales, a las figuras del friso del edificio del Ministerio de Agricultura, a la llamada Capilla de la Bolsa como supuesta sede de la primera logia masónica española (¡!) y otros disparates de ese orden (véase El Mundo del 2/10/09, por ejemplo).

Que Dan Brown se empeñe en relacionar institucionalmente a la Masonería con el embrollo pseudohistórico que describe parece tener la exclusiva finalidad de ganar dinero. Lo de aquí es otra cosa. La Masonería ha representado siempre el antidogmatismo y el simbolismo abierto, también llamado “librepensamiento”, con derecho al error y al acierto.

Cuando aquí se habla del ella - por lo general haciendo gala de nula documentación sobre el tema - la intención no es comparable a la del exitoso autor norteamericano.

Amando Hurtado es escritor y licenciado en Derecho

Fuente:
http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=39723

29 octubre, 2009

La respuesta de los masones

'El símbolo perdido', de Dan Brown, un thriller esotérico sobre la masonería que ha desatado el interés por esta asociación, se publica hoy en España
JULIO ARRIETA


El lanzamiento de la última novela de Dan Brown, 'El símbolo perdido', que hoy sale a la venta en España, ha disparado la curiosidad del público por la masonería. Tras la salida en Estados Unidos del libro, Ronald J. Steiner, relaciones públicas de la Gran Logia de Nueva York, comentaba el fenómeno en una nota dirigida a sus hermanos: «Los medios están repletos de artículos, reseñas y entrevistas relacionados con el libro y con la francmasonería», decía en el texto, publicado en la web www.nymasons.org. Steiner señalaba que va a aumentar «el interés sobre quiénes somos como masones y qué hacemos como miembros de la hermandad fraternal más antigua y grande del mundo». Entre otras sugerencias sobre cómo atender a la avalancha de curiosos, Steiner recordaba a sus hermanos que «las preguntas son bienvenidas». ¿Qué es la masonería? ¿Qué hacen los masones en sus logias? ¿Son una sociedad secreta? son algunos de los interrogantes más frecuentes.
Si se acude al diccionario de la RAE, la definición parece clara. «Francmasonería: asociación secreta de personas que profesan principios de fraternidad mutua, usan emblemas y signos especiales y se agrupan en entidades llamadas logias». Sin embargo «no es una definición correcta», apunta Javier Otaola, escritor, Defensor del Ciudadano de Vitoria y maestro masón. «De hecho, hubo un grupo de hermanos que presentó un escrito ante la Real Academia Española señalando que la masonería no puede ser una sociedad secreta porque ese tipo de agrupaciones están prohibidas en la Constitución y ese concepto es contradictorio con la realidad legal de la masonería en España». La RAE lo ha tenido en cuenta y en la próxima edición del diccionario se va a modificar ese concepto. «En las sociedades secretas no se conoce quiénes son sus directivos y sus miembros no tienen derecho a dar a conocer su pertenencia». Sin embargo, la masonería está reconocida legalmente, «sus directivos son conocidos y los miembros tienen total libertad para dar a conocer su pertenencia».
Albañiles libres
La masonería no es, por lo tanto, una sociedad secreta. Ni tampoco una secta, ni una religión, como suelen insistir las logias en sus páginas de Internet. Una de las definiciones más antiguas describe a esta fraternidad como «un peculiar sistema de moral, velado por alegorías e ilustrado por símbolos». Por su parte, Otaola la describe como «una sociedad filosófica que utiliza como instrumento de su actividad asociativa las tradiciones de las antiguas hermandades de constructores».
El origen de la masonería es gremial. La palabra 'mason' significa albañil tanto en inglés como en francés. En la Edad Media los canteros y albañiles libres, los 'franc masones' o 'free masons', que trabajaban en grupos independientes de compañeros, se reunían en 'logias'. Se trataba de locales adyacentes a las grandes obras como las catedrales, en los que se formaban en el oficio, administraban sus trabajos y salarios y resolvían sus cuestiones internas. Con el tiempo estas logias comenzaron a acoger miembros que no eran albañiles. A finales del siglo XVII en Inglaterra el número de estos masones aceptados era superior al de los albañiles 'operativos'. La masonería tal como se conoce en la actualidad nació en Londres en 1717, cuando un grupo de masones decidió refundar la asociación desvinculándola de todo carácter gremial. Así nació la Gran Logia de Londres. Y hasta hoy.
Este origen explica los grados en los que se dividen los masones: aprendices, compañeros y maestros. El mandil que visten en sus reuniones o tenidas es un recuerdo del que llevaban sus antecesores operativos para protegerse de las esquirlas mientras trabajaban la piedra bruta para fabricar sillares. Las herramientas que se usaban para levantar edificios, como el compás, la escuadra, la regla, la plomada o el nivel, se utilizan ahora como parte de un rico lenguaje simbólico.
Filosofía práctica
Durante la tenida, «los masones realizan un trabajo colegiado de reflexión que podríamos llamar en términos muy amplios como filosófica, pero no una filosofía de eruditos, sino una filosofía práctica», explica Otaola. En sus trabajos, destinados a buscar el perfeccionamiento como personas, «utilizan el lenguaje de los símbolos para describir y para construir ese discurso filosófico». En definitiva, «es una reflexión existencial ritualizada, un diálogo ritualizado».
Diálogo, pero no disputa. Y no está permitido hablar ni de política ni de religión. El curioso que espera encontrar un conciliábulo de conspiradores se llevará un chasco. Eso sí, los detalles concretos de los rituales se quedan en la logia, sólo están al alcance de los iniciados. ¿Secretismo? «No. La de la masonería es una actividad privada, como las cosas que se discuten en familia, y lo que es privado no es público, por definición».
Otro mito con el que tienen que lidiar los masones es el del poder político que se les atribuye. «En España -detalla Otaola- la masonería es un grupo demasiado pequeño como para tener una acción de poder. En otros países donde tiene una presencia más numerosa puede llegar a tener una cierta influencia social, como mucho, tan legítima como la de otros grupos de opinión».
En España hay algo más de 4.000 masones agrupados en logias que forman parte de varias obediencias diferentes. Las que cuentan con más miembros son la Gran Logia de España, la más numerosa, y la Gran Logia Simbólica Española. Es un número llamativamente pequeño si se compara con los 20.000 masones que hay en Portugal, los 120.000 de Italia, los 250.000 masones franceses y los 700.000 británicos. En Estados Unidos hay 5.200.000. El reducido número de masones españoles se explica por la persecución a la que fue sometida la masonería en el pasado. Durante el franquismo 16.000 personas fueron ejecutadas por el 'delito' de ser masones, un número terrible por partida doble si se tiene en cuenta que antes de la Guerra Civil no había más de 6.000 masones en el país. Como asociación, la masonería no fue legalizada hasta 1982

Fuente:
http://www.ideal.es/granada/20091029/cultura/respuesta-masones-20091029.html

28 octubre, 2009

Los masones no temen a Brown

Miembros de logias canarias aguardan con "curiosidad" el lanzamiento en castellano del nuevo libro del autor de 'El código Da Vinci', inspirado en la masonería en EEUU

MIGUEL F. AYALA Mientras no nos vuelvan a sacar de madrugada de la cama para fusilarnos, todo lo que se haga sobre los masones está bien".
Con ese argumento, lanzado medio en serio y medio en broma, afrontaba ayer Werner Ulrich, miembro de una de las logias masónicas de Canarias, la llegada este jueves a las librerías de España de la edición en castellano de El símbolo perdido, el nuevo libro de Dan Brown -autor de El código Da Vinci- que en su primer día arrasó en las librerías de los Estados Unidos.

Siguiendo la habitual concepción argumental del autor de Ángeles y demonios, un grupo casi secreto, en este caso los masones americanos, protagoniza la nueva aventura del especialista en simbología, doctorado por Harvard, Robert Langdon.

Viniendo de un autor cuya ficción convierte a la Iglesia en responsable de la supuesta marginación y persecución de María Magdalena, o que describe al Opus Dei como fanáticos defensores de prácticas tenebrosas, era de esperar cierta preocupación en los integrantes de las logias ante el nuevo trabajo de Brown. Pero sucede todo lo contrario, "porque esto no deja de ser material de una novela, y como tal hay que valorarlo", explica Antonio Márquez, presidente de la Zona Franca de Gran Canaria y reconocido y respetado masón.

"Tengo sobre todo curiosidad por lo que va a contar Dan Brown y por cómo lo hace. Preocupación, ninguna. Existen ya numerosas publicaciones fabulosas sobre la masonería. Las hay a favor, en contra y neutrales", dice Márquez, "así que quienes deseen conocer las distintas logias y su verdadera historia a fondo, tienen mucho y muy buen material donde informarse".

SIGNOS MISTERIOSOS. El secretismo de sus miembros, la búsqueda del Santo Grial, los rituales, los templarios, la construcción de enigmáticas catedrales, las referencias egipcias o a los Illuminati -misteriosa sociedad que utiliza con frecuencia el autor-, sumado a la abundante simbología, había convertido a las logias en un blanco perfecto para este autor de best sellers.

"Había mucho ingrediente esotérico como para no explotarlo en una novela", reconoce Antonio Márquez, que estima en casi 400 -100 de ellos británicos- los miembros de las distintas logias del Archipiélago, territorio con gran tradición masónica donde se llegaron a contabilizar miles de socios. Algunas de las más destacadas en las islas, integradas en la Gran Logia de España, son Compañeros del Silencio, Andamana, Afortunada, Abora o South Porch, ésta localizada en Lanzarote y con el inglés como lengua oficial.

Werner Ulrich y Antonio Márquez opinan, además, que "ese halo misterioso y secreto" que ha rodeado a las logias "no las define demasiado en la actualidad". Es más, José Antonio Hernández Torres, masón grancanario, protésico dental de profesión, opina que "ninguna de nuestras prácticas se deben esconder porque no ocultamos nada. Pienso que ese secretismo", añade, "induce a numerosas equivocaciones".

"La masonería no es más que una filosofía de vida donde la honradez, la integridad, la fraternidad y la justicia, entre otros factores determinantes, marcan tu existencia. Es una cuestión donde moralidad y ética juegan un papel muy importante", explica antes de indicar que "efectivamente", hay quien defiende esos principios y no pertenece a ninguna logia. "Es que hay más masón fuera que dentro de las organizaciones", añade.

Con esos ingredientes y, seguro, mucha intriga y alguna licencia sin justificar, el libro El símbolo perdido promete acción, traiciones, algo de pseudo historia y un toque de amor, con la capital política del mundo como escenario y el reloj de Mickey Mouse del protagonista Robert Langdon marcando un ritmo trepidante.

Fuente:
http://www.laprovincia.es/cultura/2009/10/28/masones-temen-brown/266003.html